martes, 19 de octubre de 2010

Paranoia.

Da vueltas al rededor de la habitación con la mente en blanco. De repente en la radio suena la canción y, con ella, le viene un escalofrío que la adentra en lo que fue una realidad y ahora es un lejano recuerdo. Se da cuenta de lo vacía que está más allá de sus pensamientos, de lo frío de su fachada cuando no es su particular risa contagiosa lo que aparece. Solo cuando alguien se dirige hacia ella sale de ese trance.
Rutina. A esa escena le siguieron esas seis letras que tantísimo odia y que intenta romper de todas las formas posibles. Harta, decidió no hacer nada esa tarde y de repente unió unas letras que dieron lugar a una idea mucho más odiada. Comenzó a desesperarse, porque siempre repugnó y temió esas señales que, también siempre, le conducen a lo que presiente.
Decidió caminar con la música a todo volumen procurando la mente en blanco. Levantó la mirada una milésima de segundo y justo vio una estrella fugaz. No supo si por estupidez humana o por auto-placebo para alimentar su esperanza, pidió el deseo. Y claro, no paraba de sumar señales. Empezó a sentir más allá de sus pensamientos y a caldear su fachada, incluso sin que asomase una sonrisa. En su lugar, una mirada de miedo y desconocimiento se coló en su firme mirar. Con esto, giró sobre sus talones y decidió volver a casa, pero a medida que caminaba apareció de nuevo la canción y una luna casi llena parecía reírse de ella. El precioso globo jugó sin su consentimiento al escondite entre los edificios, y llegó a pasar justo por el contorno de una bola que alzaba un monigote pintado en la fachada de uno de ellos. Y ella seguía sumando. Un momento, ¿casi llena? Hizo un cálculo y un número se sumó a la paranoia.
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++

3 comentarios:

  1. No paraba de dar vueltas a la habitación. Daba vueltas y más vueltas, con la visible intención de marearme. Últimamente no entiendo a mi dueña. De repente paró en seco su paseo febril, y escuchó atentamente una canción que sonaba en la radio. Pude sentir cómo se erizaba y se quedaba pensando. Conozco a mi amita, sé cuando está pensando. Hay veces que incluso, si hago el esfuerzo, puedo llegar a adivinar lo que piensa. Pero ahora no tengo ganas. Lo que sé es que ya no se ríe tanto como antes.
    Vaya, parece que esta tarde nos quedamos en casa. Mi dueña se sienta a no hacer nada, simplemente a castigarse en el hastío y la rutina, aunque sé que es lo que más odia. Ah, espera... no, puede que no. Con rabia contenida sale de casa. Puedo oír en nuestro paseo cómo lleva la música a todo volumen, como queriendo evadirse de los pensamientos que la asaltaron antes. Ladro en un intento por captar su atención, pero justo en ese instante ella alza la vista. Y yo también, y la vemos. Una estrella fugaz. Preciosa y efímera. Pero parece que basta para sumir a mi amita en una ensoñación diferente esta vez. casi como queriendo autoconvencerse de algo. Creo que pidió un deseo. No creo en esas cosas, pero lo único que quiero es verla feliz. Olfateo a su alrededor hasta que decide dar la vuelta. ¿Ya nos vamos para casa? Observo inquieto cómo se vuelve a parar. Y mira de nuevo al cielo justo cuando distingo de nuevo los acordes de la canción que lo empezó todo. Alzo la vista y me quedo obnubilado viendo la sonrisa blanca pero imperfecta de la Luna, que se pasea por entre los edificios, mientras mi amita se eriza de nuevo. La oigo pensar. Esta vez en números. Y sigo sin entender nada, pero lo que quiero es que sea feliz. Si ella es feliz, yo soy feliz.

    Yo estoy un poco como Cokonut jajajajaja

    ResponderEliminar
  2. JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA.

    ResponderEliminar